“El kilo de banano no te compra ni una cajita de fósforos”

Sonia Páez, en su casa en Meleruk. Foto: Henry Picado Cerdas

Sonia Páez habla sobre la herencia de la tierra, los miserables precios del banano y su decisión valiente de mantenerse digna, viviendo de lo que producen en sus terrenos.

Fabiola Pomareda García (*)

La lideresa comunitaria bribri Sonia Páez está sentada frente a su mesa, al fondo de su rancho, donde se escuchan los grillos y las chicharras, que emergen de la oscuridad. En la cocina hay unas cebollas listas para ser picadas cerca del fogón, racimos de bananos y cestas de cabuya colgando de las paredes.

Ella vive en la comunidad de Meleruk, Talamanca. Tuvo cuatro hijos varones.

“Nosotros vivíamos en Tsuiri primero. Después nos vinimos aquí. Mi clan es korkuak; la sardina, los pecesillos. Ese es el clan mío y de mi familia, de mi mamá, de mi abuelita. Siempre el clan se mantiene de las mujeres. Diay, si yo tengo tierra le voy a dar a mi hija porque ella lleva mi clan. Ella va heredando mi clan. Tal vez los mayores piensan que para no perder esto ni la herencia de ellos, que la tierra va para las hijas; y no para los hijos, porque ya la nuera es otro clan. Mis nueras vienen de otro clan y mis nietos llevan el clan de mi nuera. Pero ya aquí yo perdí el clan porque mis hijos son varones; yo no tengo hijas. Entonces de aquí murió korkuak; de korkuak no sigue nada”.

En su tierra Sonia siembra cacao, banano, arroz, piña y tubérculos -como yuca-, para su autoconsumo. Dice que no siembran plátano porque allí es montaña, la tierra es muy dura y el plátano no pega. No pueden dejar de lados los pollos, un chancho y dos vacas.

“Con eso nosotros nos la jugamos. De eso vivimos. Nuestros ancestrales nos han enseñado y nosotros estamos enseñando a nuestros hijos. Yo digo que por ahí eso no se pierde”.

Para llegar a Meleruk, conocido por algunas personas como “La Pera”, se llega primero a Bribri. Luego se toma el camino a Rancho Grande, se pasa Cuadrajal (llamado así porque hay mucho plátano cuadrado), y se llega a Meleruk, en lo alto.

Las y los habitantes de este poblado, al igual que el resto de comunidades indígenas de Talamanca, arrastran años de lucha contra la bananera, la exploración petrolera, el saqueo de madera y más recientemente los intentos de explotación minera, la expansión de los monocultivos y políticas como el Programa de Reducción de Emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la Deforestación y Degradación de los bosques (REDD+).

La salida de la bananera cambió la vida de la gente de esta región. Cuando los pueblos de la zona logran expulsar a la United Fruit Company en 1940, las y los indígenas empiezan a recuperar el Valle de Talamanca1. Esto se dio de manera espontánea y continuó hasta 1960. Fue en ese momento cuando la cacería y la recolección de frutas silvestres perdieron importancia. Se conservó la pesca y la agricultura adquirió mayor importancia. La gente pasó de estar rodeada de banano a tener donde sembrar productos para su autoconsumo, criar sus chanchos, caballos, vacas y gallinas.

“La gente quedó alegre, porque recuperaron la tierra. Fue alegría recuperar la tierra otra vez, porque las compañías bananeras los habían echado, los habían mandado por la montaña arriba antes, y luego regresaron. Si uno recupera algo de uno, uno se siente contento de que uno recuperó sus cosas. Yo no lo vi pero ellos cuentan de que era así. Era contenta la gente. La tierra es de nosotros”.

La siembra de cacao comenzó hacia fines de los años 50s y continúa hasta hoy.

De esta forma, así como sus abuelos enseñaron a sus padres, Sonia Páez enseñó a sus hijos en qué luna se siembran árboles frutales, cacao y banano.

“Cada cual [producto] tiene su luna para sembrar. Sólo las plantas frutales en luna llena. Lo que son banano, tubérculos; eso ya no. El cacao lo sembramos en cualquier parte; pero sí, siempre lo sembramos con luna llena. Uno busca la tierra negra, como oscurita, para sembrar cacao, banano y maíz. El arroz es una planta mas diferente; se siembra en cualquier parte y ella nace. Ya en noviembre, diciembre, hay cosechas de cacao. Ya enero ya no hay corta”.

Foto: Henry Picado Cerdas

El mercado de intermediarios del banano y del cacao

Sin embargo, desde la capital llegan las ideas y programas para que las y los productores indígenas vendan su plátano, banano y cacao en un mercado de intermediarios que les explota, pagándoles precios miserables por su cosecha.

Muchas personas indígenas de la zona aún siguen vendiendo su producción de banano a empresas exportadoras, soportando precios de hace 30 años.

Según refirió Sonia y otras personas con las que conversamos, el kilo de banano está a ¢60 desde hace 30 años. Una de las principales procesadoras es la empresa Trobanex, que compra a los pequeños productores.

“Nosotros regalamos el banano a la empresa, por un paquete de sal; pero ¿qué vamos a hacer? Ellos te lo compren a ¢60. Saque la cuenta cuánto usted está ganando. Y la bolsa de arroz está a ¢1.300 colones; algunas partes a ¢1.500. El kilo de banano no te compra una cajita de fósforos. Ese es el problema que tenemos aquí. Yo digo que es que las empresas quieren ganar y como ellos nos ven a nosotros como indígenas, nos pagan a la manera como a ellos les parece. No quieren perder nada; pero si los indios pierden está bien, piensan. Ellos son empresas grandes y ellos más bien nos ponen a trabajar a uno: vaya siembre, vaya corte, vaya rodaje, vaya deshoje, para tener más volumen ellos, porque la ganancia es de ellos. Nosotros somos peones. Mi perspectiva lo ve de esa manera. Porque usted lo vende por dolares y aquí usted me lo compra en colones, ¿quién está ganando? Yo siempre gano poquito. Piensan que uno como indígena estamos atrás del palo y no sabemos. Pero el problema es que en tiempo de reuniones nadie dice nada y si yo solita empiezo a hablar, dice un dicho que una golondrina no hace verano. Yo solita no puedo hacer el cambio. Entre todos debemos hacerlo”.

Dos empresas privadas se encargan del acopio y comercialización de banano criollo en el país. Una es Trobanex, que acopia el 24% de todo el banano, con destino al mercado internacional; y la otra es Hortifruti, que suple a la cadena de supermercados Wal-mart (6,6%)2. Además de los intermediarios independientes que llevan el banano al mercado nacional, en Talamanca hay intermediarios indígenas, que compran a productores y le venden a la Asociación de Pequeños Productores de Talamanca (APPTA), Empresa Comercializadora de Productos Orgánicos de Talamanca (UCANEHÜ) o Trobanex, y lo pagan a menos de ¢65/kg, según este estudio. Además, hay seis empresas que procesan banano para venderlo en el mercado nacional o internacional. Tres de ellas lo usan para elaborar alimento para bebé y son Nestle-Gerber, Florida Products y Trobanex. Estas empresas producen y exportan estos productos a países de Europa o Estados Unidos. Se estima que por año compran alrededor de 7.338 toneladas métricas anuales de banano fresco orgánico, cita el documento.

Pero Sonia, al igual que otras personas, ha decidido no vender el banano y sólo usarlo para su autoconsumo, porque se está menospreciando su trabajo y esfuerzo, por unos precios miserables e injustos. Estas personas prefieren sembrar, cortar y pilar arroz para sus familias, y sembrar banano para ellos mismos, en todo caso, para engordar sus chanchos. Sale mejor criar unos cuantos chanchos o vacas y luego vender esa carne.

Ese es el vivir en Meleruk, Talamanca.

(*) Periodista. Trabaja en la Asociación Voces Nuestras y colabora en la Red de Coordinación en Biodiversidad (RCB).

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