Consejos para empezar una huerta comunitaria

Huerta en el Centro Nacional Especializado en Agricultura Orgánica (CNEAO) del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) en La Chinchilla, Cartago. Foto: Henry Picado

Henry Picado Cerdas (*)

En momentos en los que las crisis ambiental, laboral y alimentaria se agravan aceleradamente, no resulta para nada mala idea tener una huerta en casa. Un espacio sembrado puede representar un aporte a la economía familiar desde muchos puntos de vista. Además, una huerta también representa un pasatiempo que nos dará un espacio de esparcimiento sano y un momento para compartir entre amigos y familiares. Comer un alimento que ha sido cultivado en casa es tener el control de nuestra salud y la de nuestros seres queridos.

Cultivar en casa, de forma orgánica, es, asimismo, una manera de evitar ingerir alimentos que contengan cargas residuales de agroquímicos. La agricultura urbana, pues, puede potenciar el crecimiento de los espacios libres de agroquímicos, que son los huertos urbanos.

Lo que presento a continuación no es un manual de cómo hacer una huerta, sino una invitación a que cada uno y cada una busque su forma para que luego cuente cómo lo hizo.

Despejado del suelo
La preparación del área de cultivo es uno de los momentos más importantes y laboriosos. Tradicionalmente estos trabajos se realizan en colectivo, intercambiando tiempo y energía para hacerlo de manera ágil y entretenida. Las jornadas de “cambio de mano”, “minga” o reunión familiar son momentos en que, entre varias personas, se saca la tarea. Entonces, aconsejamos juntar fuerzas para este primer momento.

Lo primero que hay que hacer es despejar el suelo de plantas que, en la agronomía tradicional, se llaman arvenses. Hablamos de las mal llamadas “malezas”. Claramente ninguna planta es buena o mala por sí misma, sino por el uso que le demos. Al contrario de lo que piensa mucha de la academia tradicional agrícola, no es necesario ni deseable dejar el suelo completamente desnudo o desprovisto de cobertura, ya que las plantas que pueblan el suelo lo protegen de la erosión. Pero como queremos sembrar, es necesario despejar el suelo para luego labrarlo.

Podemos señalar tres técnicas:

Acción mecánica: Sacar de raíz las plantas no deseadas con un azadón o pala.
Acción animal: Poner a patos o gallinas a que despejen el área. Esto demoraría al menos dos meses; pero dejaría abonado el terreno.
Cobertura que impide el paso de la luz solar: Colocar una cobertura -caja de cartón o membrana plástica oscura- en el suelo. Toma su tiempo.

Labranza
Una vez despejado el terreno hay que labrar la tierra.
Para huertas caseras no es necesario hacer un análisis de suelo; basta con observar el desarrollo de las plantas durante el primer ciclo de siembra. Ahora bien, si la huerta tiene un objetivo comercial o demostrativo es recomendable conocer las necesidades nutricionales de nuestro suelo. El análisis de suelo se puede hacer en instituciones públicas como el Instituto Nacional de Innovación y Transferencia en Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Laboratorio de Suelos y Foliares del Centro de Investigaciones Agronómicas de la Universidad de Costa Rica. Estos análisis tienen un bajo costo y pueden ser de mucha utilidad a la hora de hacer planes de fertilización en emprendimientos medianos y grandes.

Huerta en el Centro Nacional Especializado en Agricultura Orgánica (CNEAO) del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) en La Chinchilla, Cartago. Foto: Henry Picado

Cultivos pioneros
Las técnicas de uso de cultivos robustos, de acelerado crecimiento y de alto contenido de carbono en sus rastrojos pueden ser útiles en esta primera etapa, para rehabilitar suelos que están muy compactados. Los cultivos de la familia Amaranthaceae no requieren suelo muy abonado, ni un riego importante y por su crecimiento acelerado pueden ayudarnos a preparar la tierra para cultivos posteriores. Son plantas con portes altos y hojas grandes, que nos aportarán gran sustento para nuestro compost.

Otros cultivos pertenecientes a la familia de las fabáceaes, como frijoles, gandules y porotos; también son recomendables para empezar una huerta. De igual forma, esta familia tiene la particularidad de incorporar nitrógeno al suelo (nutriente fundamental para el crecimiento de las plantas).

Excavado simple
Esta es una técnica sencilla, que consiste en aflojar con una pala o azadón al menos los diez primeros centímetros del suelo. Es recomendable incorporar materia orgánica (compost maduro, hojarasca, lombricompost) para aumentar la fertilidad de suelo.

En el Valle Central, por ejemplo, predominan suelos de origen volcánico de tipo Andisol. Según la Asociación Costarricense de Ciencias del Suelo: “Nutricionalmente, estos suelos pueden catalogarse como de fertilidad moderada, y su potencial está definido por las características de las cenizas que los forman”.

Doble excavado
El doble excavado se enmarca en el método Biointensivo. Es una técnica de siembra ideada por John Jeavons, que consiste en incrementar hasta en cuatro veces la capacidad de producción de las camas de cultivo. En palabras de Ecology Action :

 

“La producción Biointensiva de alimentos comienza con la preparación de una cama profunda y plantas sembradas cerca unas de otras, que puede producir hasta cuatro veces más que una cama de área equivalente menos profunda y sembrada en hileras. Este tipo de cama significa menos trabajo para el horticultor, pues únicamente tiene que excavar, fertilizar, regar y deshierbar una cama. Además, utiliza tan sólo una cuarta parte del área que se necesitaría para producir los mismos rendimientos que con otros métodos.”

Al igual que la gran mayoría de técnicas de la agricultura ecológica o agroecología, las camas biointensivas se desprenden de conocimientos milenarios basados en la observación e imitación de la naturaleza.

Según Ecology Action: “Hace más de 4.000 años, los chinos comenzaron a utilizar camas elevadas biológicamente intensivas, “biointensivas”, para la producción de sus alimentos. Los griegos, hace 2.000 años, se dieron cuenta de que los cultivos crecían mejor en la tierra suelta de los derrumbes. Hace 2.000 años los pobladores de Centro y Sudamérica crearon áreas extensivas de camas largas elevadas entre los canales de riego. En la temporada de lluvias, sembraban sus cultivos sobre la superficie elevada y durante la temporada de sequía, sembraban en los canales de riego para usar la humedad del suelo”.

La particularidad que tiene este método de cultivo biointensivo es su capacidad de propiciar un excelente desarrollo de las raíces y con éste, de la planta. Hay que recordar que la mitad de la planta es la que está sobre el suelo y la otra mitad está por debajo de la tierra, por lo que es muy importante el sustrato y la estructura del suelo.

 

Realizar una cama de doble excavado es un proceso laborioso; pero efectivo y duradero. Es un trabajo que no es necesario hacer en cada ciclo de cultivo, por lo que se obtienen muchos frutos, ya que las distancias de siembra se pueden acortar para incrementar la densidad cultivo y las unidades productivas. En otras palabras, las plantas se pueden sembrar más juntas y tener más rendimiento por metro cuadrado.

Según Ecology Action, en una cama Biointensiva el suelo está:

Suelto a una profundidad de 60 cm, lo que da como resultado mucho espacio poroso para el aire, el agua y las raíces.
Con humedad uniforme, porque el agua puede pasar fácilmente a través de él.
Lleno de nutrientes y materia orgánica proporcionados por el compost.
Sembrado con variedad de cultivos plantados muy cerca unos de otros para proveer “un acolchado viviente,” reflejando así la diversidad de la naturaleza.
Cultivo en recipientes (macetas)

Muchas veces el espacio dentro de la ciudad es muy reducido y debemos echar mano de cultivos en macetas, espacios marginales o cultivos en vertical. Estas técnicas suelen ser de gran atractivo visual; pero debemos cuidar la fertilidad del contenido de las macetas. Los sustratos utilizados deben tener una composición tal que permitan la nutrición de la planta, la aireación, el drenaje y el crecimiento de la raíz -que, como se señaló antes, es la mitad de nuestra planta y como tal hay que cuidar aunque no la veamos-.

Tierra Fermentada

Un sustrato excelente es la tierra fermentada. Este es un tipo de compost que se caracteriza por tener gran cantidad de vida microbiana benéfica para la planta.

Materiales: Sustrato para 10 macetas medianas de tierra fermentada:
10kg de semolina de arroz (puede ser sustituido por puntilla de arroz o maíz quebrado)
10K¡kg de granza de arroz
5 Kg de hojarasca de bosque
1 litro de melaza
100g de levadura para pan
10 litros de agua
20 kg de tierra
30 kg de compost, lombricompost o bocashi

En un balde limpio se mezcla la hojarasca con el agua, la levadura y la melaza. Aparte se revuelve la tierra, la granza y la semolina, mezclando muy bien. Se incorporan ambas mezclas en el piso y se revuelven hasta que quede uniforme. Una vez que esté bien revuelto se pone un un saco y se deja quieto en un lugar seco y oscuro durante tres días.

Después del tercer día se saca toda la mezcla del saco, se remueve y se vuelve a meter al saco. Después de una semana se repite el proceso.

Una vez completado el proceso se puede incorporar a las macetas y podemos sembrar nuestras plantas.

 

Referencias:
Principales Suelos De Costa Rica http://www.mag.go.cr/bibioteca_virtual_ciencia/suelos-cr.html
Manual de cultivo biointensivo
http://www.growbiointensive.org/SVG%20Spanish.pdf
Elaboración de abono orgánico sólido o tierra fermentada. Luis Rodriguez Gómez
http://www.repositorio.una.ac.cr/handle/11056/13251

(*) Agroecólogo, miembro de la Red de Coordinación en Biodiversidad

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