La lucha ambiental en América Latina: reivindicación de la coexistencia en/con la naturaleza

Ilustración: Soma Difusa

Mariana Castillo Rojas

La relación entre la humanidad y la naturaleza ha dependido siempre de la forma en la que, culturalmente, el ser humano ha interpretado su lugar en el mundo. De igual modo, nuestro vínculo personal con el medio ambiente está ligado al modo de comprendernos dentro de este. No obstante, la lógica de la modernidad occidental nos impone un modelo de humanidad que ignora aspectos fundamentales de nuestra existencia, en particular, nuestro inexorable vínculo con la naturaleza.

La idea de que, de alguna manera, la capacidad intelectual nos otorga potestades sobre los otros seres vivientes es, sin duda, uno de los efectos más dañinos del egocentrismo humano. Entendemos nuestra evolución como un proceso separado del ecosistema y por ello nos consideramos “especiales”. Podemos justificar esa megalomanía de distintas formas: por ventaja evolutiva, por designio divino, etc. Sin embargo, los resultados de esta comprensión descontextualizada de nuestra existencia son evidentes en la gravedad del impacto ambiental y los conflictos socioambientales que aquejan a la sociedad del siglo XXI.

La crisis ambiental promovida por el capitalismo no solo tiene que ver con el agotamiento de los ecosistemas, también ha implicado privarnos de nuestra intrínseca relación los demás seres vivos. A partir de ello, surgen muchísimos cuestionamientos: ¿cuánto perdemos de nuestra experiencia humana al negar ese vínculo?, ¿qué implica para nuestro bienestar emocional, más allá de innegable impacto en el bienestar físico, perder, a cada segundo, lo poco que nos va quedando de nuestro medio ambiente? ¿Es posible dejar atrás la voracidad del consumismo capitalista en beneficio de una existencia más consciente de nuestra interconexión ecológica? En este, como en tantos temas que azotan a Nuestra América, sigue habiendo más preguntas que respuestas; así como un pueblo latinoamericano incansable, resiliente y lleno de digna rabia, cuya utopía se encuentra en el horizonte y hacia él se encamina sin dejar de luchar.

Esa resistencia incansable contra la imposición de una visión de mundo que nos despoja de nuestro vínculo con la naturaleza implica no solo el enfrentamiento con la maquinaria devoradora del capitalismo, sino también una reivindicación de las formas alternativas de coexistir en/con ella. Este corto ensayo plantea una profundización al respecto con base en diversos textos que abordan la lucha ambiental latinoamericana frente la maquinaria devoradora del capitalismo neoliberal.

Como unos puercos hambrientos ansían el oro”1: del saqueo colonial al capitalismo

El asombro de los españoles ante la voluptuosidad de la naturaleza que descubrieron en lo que bautizaron después “El Nuevo Mundo” no fue tanto un sentimiento de maravilla ante la belleza indómita de estas tierras, sino ante la riqueza económica que prometían aquellos territorios inexplorados. El objetivo de los exploradores nunca fue otro que encontrar nuevas rutas comerciales, nuevas formas de enriquecer a la Corona y a sí mismos. Su mirada colonial buscaba oro, plata, y cualquier otro beneficio material que pudieran encontrar, y encontraron mucho más de lo que jamás imaginaron.

La codicia de los conquistadores fundió el oro de Tenochtitlán con la sangre de la población azteca; de la misma manera cayeron Cuzco y tantas otras civilizaciones nativas. Eduardo Galeano (1971) en Las Venas Abiertas de América Latina relata que “la plata transportada a España en poco más de un siglo y medio, excedía tres veces el total de las reservas europeas. Y estas cifras, cortas, no incluyen el contrabando.” (p. 40). La historia americana ha sido un continuum de saqueos a los ecosistemas que incluyen la destrucción de la naturaleza, de incontables vidas humanas y de civilizaciones enteras.

La imposición de la racionalidad instrumental del pensamiento occidental arrasó con el proceso histórico de coexistencia autosustentable y autodeterminada de las poblaciones originarias del continente. Su visión de mundo, equilibrada y consciente del balance necesario para la reproducción de la vida, se consideró salvaje frente a la ideología mercantilista europea. Esto conllevó la desarticulación de “prácticas ecológicas indígenas que le daban unidad y consistencia a una estrategia alimentaria que intentaba la diversificación, lo cual prevenía de las calamidades naturales, la concentración demográfica y hacia un manejo adecuado de los diversos ecosistemas y de la biodiversidad.” (Fallas, 1992, p. 10).

El desarrollo y progreso de Europa costó el sacrificio millones de vidas indígenas y un vasallaje colonial que no ha desaparecido, solo se ha transformado. El saqueo extractivista, la explotación humana y la apropiación de territorios siguen despojando a las poblaciones latinoamericanas de sus medios de subsistencia y acosando a las poblaciones indígenas que continúan luchando contra el exterminio étnico al que se han visto sometidas por ya más de 500 años.

En la actualidad, se han diversificado los “puercos hambrientos” que devoran nuestra naturaleza, y América continúa siendo la fuente de abastecimiento de las potencias mundiales. Conviene recordar que a partir de “la conquista y colonización de América, África y Asia empezó a estructurarse la economía-mundo: el sistema capitalista fue consolidando, como uno de sus elementos fundacionales, la modalidad de acumulación primario-exportadora, determinada […] por las demandas de los nacientes centros capitalistas” (Acosta y Brand, 2018, p. 26).

Con el advenimiento de las independencias, el modelo de dependencia económica a la exportación y al capital extranjero se profundizó. En la historia de América Latina existen numerosas pruebas de la injerencia de las potencias en la conformación de los nuevos Estados (particularmente Estados Unidos), y de la vocación de los gobernantes por primar sus propios intereses económicos antes que el bienestar de la ciudadanía. En Costa Rica, se sabe que los grupos políticos y económicamente dominantes son parte del linaje de los conquistadores, lo cual ha tenido consecuencias nefastas para el país:

Son ellos también los que, desde los albores de nuestra independencia, han marcado y definido los modelos económicos a seguir, las prácticas y tecnologías productivas a utilizar, las instituciones más funcionales para la reproducción de sus capitales, los que han sustentado la inserción de nuestro país en el espectro de las naciones y el comercio mundial. Son los mismos que, bajo el impacto del liberalismo, fundaron el Estado Nacional y construyeron una institucionalidad democrática que revolucionó el sistema político costarricense. Son los mismos que, en aras del crecimiento económico, se divorciaron de nuestra madre tierra. (Fallas, 1996, p. 11).

En la actualidad, vivimos las consecuencias de ser una de esas frágiles economías exportadoras dependientes de la demanda de sus productos en el mercado mundial, de la deuda externa, y de gobiernos que están más interesados en promover la importación de bienes más baratos que en fomentar una economía local autosustentable. De igual forma, se promueve una ideología neoliberal que, consecuente con el desprecio y la anulación de otras formas de vida de la modernidad occidental, no permite que haya una visibilización de las graves problemáticas que este modelo de desarrollo tiene tanto para la existencia humana como para la del planeta en general.

Por lo tanto, no es coincidencia que el incremento en los proyectos de explotación ambiental en Latinoamérica esté vinculado al comportamiento de la deuda externa que presenta la región. Se percibe una tendencia creciente de las actividades extractivas en aquellos países con mayores compromisos financieros con el exterior, pero en sentido inverso, la mayor explotación de recursos naturales no significa una reducción de dichos compromisos, trátese de amortización del capital o pago de intereses. (Azamar y Carillo, 2017).

La lucha contra el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos en el 2007 es un ejemplo clave en la discusión acerca de la presión de la clase dominante sobre la perpetuación del modelo neoliberal capitalista, el saqueo de nuestros bienes naturales y la explotación de mano de obra en el país. Quienes militamos en el movimiento del No al TLC recordaremos por siempre, con profunda amargura, como las élites utilizaron su poder para amedrentar, manipular y mentirle al pueblo costarricense de la misma forma que siempre lo hacen: prometiendo empleos, mejoras de infraestructura y otros beneficios que no dejan de ser espejismos que ocultan la destrucción de los ecosistemas y el desmantelamiento del Estado de Bienestar. Son, después de todo, proyectos cuya rentabilidad está basada, precisamente, en la desigualdad social y la destrucción del ecosistema.

Hoy, el desastre ambiental y humano que están causando las piñeras en la Zona Norte, el uso de agroquímicos dañinos para la salud de las personas, así como la usurpación de las tierras indígenas por parte de finqueros, siguen sin ser prioridad en las agendas políticas de gobiernos cada vez más controlados por el sector empresarial. Mientras la deuda externa aumenta y nuestra dependencia al modelo agroexportador crece, las poblaciones más vulnerables y los bienes ambientales de Costa Rica siguen recibiendo las consecuencias de las políticas neoliberales de nuestros gobernantes.

Derechos de la naturaleza: reivindicaciones de la lucha socioambiental

Como se mencionó anteriormente, el impacto de la actividad extractivista y la expansión del modelo agroexportador en América Latina tiene consecuencias fatales para nuestras sociedades, en especial para las poblaciones más vulnerables y aquellas que dependen de forma directa del uso de la tierra para subsistir. En la actualidad, gran parte del empobrecimiento social es producto de la priorización de la explotación industrializada de la naturaleza sobre otras actividades productivas a pequeña escala. Así, conforme crece la dependencia económica, producto del incremento de su demanda de materias primas y el estancamiento de nuestras naciones en el modelo agroexportador y en la actividad extractivista, crece también la desigualdad.

Ante esta realidad de muchos siglos, los pueblos latinoamericanos, particularmente las poblaciones indígenas, han consolidado un incansable movimiento social que desde, diversos espacios, lucha por defender no solo de sus derechos, sino también de los de la naturaleza. De esta forma, la resistencia contra los modelos hegemónicos está vinculada con la reivindicación de otras formas de coexistir en el mundo y con el derecho de las personas a desarrollar y vivenciar modos de subsistencia alternativos a la voracidad capitalista.

Según algunos estudios hay una gran diferencia entre la energía que se gasta en producir y la que se cosecha; los cálculos demuestran que un campesino gasta una unidad de energía para cosechar cien, es muy eficiente. En la agricultura industrial, se gasta dos o tres veces más energía de la que se cosecha. Además, hay actividades que gastan 10 veces más energía de la que se recoge, como la pesca de alta mar con frigoríficos contenedores. Esta economía no es sustentable, pero el valor monetario no recoge el verdadero valor de las cosas. (Padua, 2009, p. 22).

En este punto es importante recalcar que el extractivismo en América Latina no ha sido fomentado solamente por los gobiernos neoliberales. La objetualización de la naturaleza es herencia de la racionalidad instrumental de la modernidad occidental que también impregna las propuestas políticas de, incluso, los gobiernos más “progresistas” de la región, más vinculados con el Socialismo del Siglo XXI.

En ese sentido, Diana Murcia (2010) critica el antropocentrismo radical que se encuentra en el seno de las decisiones políticas en materia de derechos ambientales. De acuerdo con la autora “este enfoque tiene a la naturaleza como un elemento netamente instrumental —que sirva de forma evidente a los intereses humanos— y la valora en tanto su cuidado no interfiera con el derrotero de crecimiento económico. (p. 24). De igual forma, Acosta y Brand (2018) señalan, dentro de las patologías de esta actividad económica, que “el extractivismo crea una concepción reduccionista de la Naturaleza, pues minimiza la complejidad de las redes biofísicas naturales y los procesos de reproducción naturales a meros ‘recursos naturales’, que están disponibles para la prospección, exploración y mercantilización”. (p. 78).

Lo anterior se puede observar en las contradicciones de los gobiernos ecuatorianos de los últimos años. A pesar de que lucha social y ambiental de las comunidades indígenas ecuatorianas llevó a la incorporación de los Derechos de la Naturaleza en la Constitución del país, el extractivismo estatal ha entrado en una nueva etapa de saqueo masiva de petróleo. Se trata de actividades extractivistas controladas por el Estado que, si bien tienen como objetivo la mejora de los programas sociales y generar “desarrollo” para la ciudadanía, siguen partiendo de la premisa de que la naturaleza es fuente de riqueza económica, contradiciendo de este modo el principio del Buen Vivir protegido constitucionalmente.

Costa Rica también es un caso interesante en cuanto a discursos ambientales contradictorios, pues mientras que por un lado se vende al mundo la imagen de un país ecológico y protector de su medio ambiente, por otro, se incentiva una producción agroindustrial sumamente dañina para el ecosistema.

La resistencia de las comunidades al neoextractivismo y a la agroindustria exceden el discurso del “progreso” y del “desarrollo”. En ese sentido, “la visión latinoamericana critica como eurocentrista la perspectiva de mercantilización de la Naturaleza, y abstrae sus calidades concretas y sus condiciones de reproducción. La Naturaleza no es externa a la sociedad, manipulable y divisible.” (Acosta y Brand, 2018, p. 81). Consecuentemente, no se trata solo de tener acceso a la tierra para producirla, sino también de reivindicar el derecho a vivir fuera de la lógica racionalista instrumental, “como resistencia a la dicotomía sociedad-naturaleza, a las relaciones de poder y a las instituciones relacionadas a éstas” (Lohmann, 2012, p. 32).

De esta forma, la lucha socioambiental latinoamericana sigue luchando contra la imposición de ese modelo occidentalista que pretende desaparecer nuestra conexión con los ecosistemas para poder explotarlos. Nuestros pueblos continúan poniendo el cuerpo por la reivindicación de su derecho a la autodeterminación y a la autonomía para decir sus formas de subsistencia. Las personas defensoras de la naturaleza y de los derechos humanos dan su vida por la liberar a sus comunidades de sistemas económicos que insisten en privar a las personas de modos de vida alternativos que les permitan el acceso a los bienes naturales, y una coexistencia pacifica y equilibrada con el ecosistema del que son parte.

Otras formas de coexistir en la naturaleza: más allá de “la economía verde”

Ante la indiscutible crisis ambiental que afronta el planeta, debido a siglos de explotación indiscriminada de la naturaleza, las grandes potencias han llegado a “soluciones” que dejan intacto el modelo económico capitalista y perpetúan la instrumentalización de los recursos. De acuerdo con Lohmann (2012), “la economía verde es, en realidad, un nuevo intento de demostrar lo indemostrable: resolver la crisis ambiental del planeta sin modificar el sistema económico actual ni las relaciones globales de poder, económicas y de mercado existentes.” (p. 9).

El llamado “capitalismo verde” es una de esas trampas de la modernidad occidental que aparentan ser progresistas, mientras perpetúan las relaciones de poder y de dependencia económica; mientras explotan a las poblaciones y a la naturaleza del Sur Global para mantener sus estilos de vida basados en el consumo irracional. Esta propuesta simplista, descontextualizada y colonialista reproduce un modelo global de subsistencia basado en el despojo de la naturaleza y la muerte de las poblaciones más vulnerables. Al mismo tiempo, las nuevas estrategias de expropiación de los territorios agudizan los conflictos socioambientales ya existentes.

Como bien lo han comprobado los pueblos latinoamericanos, las acciones que han tomado hasta el momento las grandes potencias solo han servido para agudizar la dependencia económica, la deuda externa y el empobrecimiento de sus naciones. No ha habido un compromiso por cambiar los patrones de consumo ni por superar la lógica racionalista del pensamiento occidental que continúa objetualizando a la naturaleza. En ese sentido, autores como Acosta y Brand (2018) enfatizan la necesidad de superar la herencia de la modernidad:

La cuestión es cómo proveerse, de forma concreta, solidaria y productiva, de una alimentación suficiente, así como de salud, vivienda, vestimenta, movilidad, comunicación y suministro energético para todas las personas, a través de sistemas de abastecimiento cada vez más autónomos, sin subordinar a la Naturaleza. (p. 152)

Cabe destacar que el campesinado, con tal solo el 25% de los recursos agrícolas, alimenta al 70% de la población. A la vez, y a diferencia de la agroindustrial, la dependencia de la tierra hace que las personas campesinas cuiden y protejan la naturaleza, pues sin ella no pueden subsistir; mientras que a la industria agrícola solo le interesa la producción masiva de alimentos que les genera ganancias. En este sentido, GRAIN y Editorial Itaca (2016) señalan lo siguiente:

Los campesinos y los pueblos indios —que son la gran mayoría de los que cultivan la tierra, que tienden a ser los más productivos y quienes producen actualmente la mayor parte del alimento en el mundo— están perdiendo la base misma de sus medios de subsistencia y de su existencia: la tierra. Si no hacemos algo, el mundo perderá su capacidad para alimentarse a sí mismo. El mensaje, entonces, es claro. Necesitamos en forma urgente y a una escala nunca antes vista revisar y relanzar programas de reforma agraria y reconstitución territorial genuinos que devuelvan la tierra a manos campesinas e indígena (p. 79).

En conclusión, es necesario dejar atrás el modelo capitalista que se enfoca en la acumulación y generación de capital para dar paso a formas de subsistencia alternativa en la que la dignidad y el bienestar humano prevalezcan sobre el enriquecimiento económico. Se requiere, por tanto, la superación de la dicotomía ser humano-naturaleza de modo que las personas pueden comprender su vínculo con la naturaleza más allá de la racionalidad instrumental de la modernidad occidental. Para ello es imprescindible reivindicar esas otras maneras de relacionarnos con el ecosistema que han sido históricamente invisibilizadas.

Los ríos, los bosques, las montañas, la flora y la fauna, en general, deben dejar de ser comprendidos como “recursos naturales” para nuestro consumo. La lógica capitalista tiene a la humanidad al borde de la extinción porque ha cercenado su vínculo biológico con el ecosistema. Ante ello, no queda más que seguir luchando incansablemente por una coexistencia en y con la naturaleza que nos permitan garantizar nuestra subsistencia y, a la vez, respetar la vida de los demás seres vivos que habitan el planeta.

*Estudiante de la Maestría en Estudios Latinoamericanos, IDELA-UNA, en
el marco del curso Derechos ambientales, naturaleza y lucha por los
recursos. Aportes y revisión del profesor Mauricio Álvarez M.

Bibliografía

Acosta, Alberto. y Brand, Ulrich. (2018). Salidas del laberinto capitalista: decrecimiento y postextractivismo. Quito, Ecuador: Fundación Rosa Luxemburg, Oficina Región Andina. Recuperado de https://www.rosalux.org.ec/pdfs/Libro-Salidas-del-Laberinto.pdf

Azamar-Alonso, Aleida, y Carrillo-González, Graciela. (2017). Extractivismo y Deuda Ecológica en América Latina. Revista Luna Azul, (45),400-418. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=3217/321753629020

Fallas Baldí, Oscar. (1996). Modelos de desarrollo y crisis ambiental en Costa Rica. San José: Asociación Ecologista Costarricense.

Galeano, Eduardo. (1971). Las venas abiertas de América Latina. Buenos Aires, Argentina: Editorial Siglo XXI.

GRAIN y Editorial Itaca. (2016). El gran robo del clima. Recuperado de https://www.grain.org/es/article/entries/5408-el-gran-robo-del-clima-por-que-el-sistema-agroalimentario-es-motor-de-la-crisis-climatica-y-que-podemos-hacer-al-respecto

Lohmann, Larry. (2012). Economía Verde. En Bonilla, Natalia y del Olmo, Arturo (Comp.). Capitalismo Verde. Quito: Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo.

Murcia, Diana. (2012). La naturaleza con derechos: un recorrido por el derecho internacional de los derechos humanos, del ambiente y del desarrollo. Quito: Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo

Padua, José Agusto. (2009). Pensar la historia ecológica. En Una aproximación a la historia ecológica del Ecuador y Latino América. Quito: Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo.

1 Frase tomada de un texto náhuatl preservado en el Códice Florentino, citado por Galeano, 1971, p. 36.

Vendo sildenafil un surgio lo importante es responsable de tres, esto con otros. mas informacion ; SORENSEN, vaginitis o depresion) en la pareja. tiempo contestacion, copia literal del corazon. Ademas, que no algo que se si dan.