Habitar lo que somos a la luz de la memoria ecológica

Por Rose Corrales Calderón*

Pensar en las identidades, en todo lo que hemos sido, somos y seguiremos siendo; regresar a las memorias que transitan subterráneamente por las calles del viejo barrio de Purral donde coexiste la música en altoparlantes y los sonidos de las chicharras cuando ya empieza a oscurecer.

Sobre el pavimento que se caracteriza por todos sus huecos e irregularidades, dentro de las casas hacinadas donde las paredes se rozan y en medio de un constante flujo vehicular que se vuelve la banda sonora de la vida cotidiana, ahí, en ese escenario habita la memoria territorial de eso que somos y aprendimos a ser desde y con el colectivo.

Sin duda, la propuesta de Ramón Vera (2024) nos permite regresar a esos lugares olvidados, que aguardan en las esquinas de las carreteras que hemos recorrido y que se han transformado sin parar; la memoria territorial que lejos de ser un elemento aislado, nos evoca a la colectivización, al conjunto, a lo que somos grupalmente y a lo que hemos construido en el ejercicio de vida en comunidad.

El concepto de memoria territorial como espacio habitado, es una invitación explícita a volver a los cuidados, a las prácticas ancestrales y nuestro sentido de humanidad, nos conduce a reconocer lo que ha estado, reconstruirlo y habitarlo. Este no se queda en un discurso vacío, aislado y sin contexto, sino que inmediatamente me permite pensarme y ubicarme en mi comunidad, es el antiguo barrio La Chanita donde esa memoria perdura a pesar de todo el desdibujamiento y la colonización capitalista que subsume a una clase trabajadora que sobrevive en ambientes de profunda desigualdad y explotación laboral.

Ahí donde no somos objetos sino sujetos de nuestra propia historia

En mi barrio donde aún nos reconocemos y nos saludamos, donde sobreviven pequeños destellos de la solidaridad y donde yacen las memorias de la infancia de mi papá y sus amigos, ahí el miedo no nos ha logrado paralizar a pesar de toda la estigmatización que trae consigo el reconocerse de Purral.

Esa es la memoria territorial como forma de resistencia y como dimensión política que conlleva la organización, la colectivización y punto de encuentro que nos permite mantenernos en el tiempo.

De acuerdo con Vera (2024), ese mantenernos implica transformación, cambios, relaciones, tensiones e interrelaciones que están en un constante ir y venir, y justamente ese movimiento es lo que conlleva equilibrio, lo cual no es sinónimo de quietud, sino de transformación.

En relación con esto Padua (2009) abona afirmando que “Tenemos como vicio de pensar que la naturaleza está parada y solo nosotros nos movemos, pero no, la naturaleza camina, cambia y se transforma. El mundo no es, se está haciendo. La segunda vez que entras en el río son otras aguas. Has estrellas que nacen y mueren.” (p.7)

Todo se transforma, nos estamos transformando mientras nos relacionamos y en ese entramado de vínculos, sentires, resonancias e interacciones, cultivamos y habitamos la memoria territorial; y es justamente en este punto, donde la memoria se convierte en formas de resistencia ante el borramiento, invasión y destrucción.

Por tanto, la resistencia y la defensa, son formas de preservar, cuidar y mantener esa memoria territorial latente y medular en la construcción de quienes somos, como vivimos y nos organizamos; de qué, para qué y cómo hacemos las cosas desde nuestras propias visiones y deseos, pero también, esas resistencias se relacionan con la dimensión de los cuidados, colectividad y ese ser entrelazado.

Todas estas reflexiones se entretejen con las memorias que habitan lo que soy, traen mis vivencias y convierten la narración en primera persona; porque inevitablemente, hablar de memoria territorial nos convoca como sujetas y protagonistas de estas comprensiones. Porque nuevamente lo personal, lo afectivo y todas nuestras memorias son ancestrales, políticas y colectivas, pero también, tienen una relación profunda con la historia del planeta que comenzó a gestarse desde hace millones de años; por tanto, este pequeño capítulo de tiempo y espacio que vivimos hoy, forma parte de esa memoria colectiva que nos habita.

Bibliografía

Padua, José Augusto. (2009). Pensar la historia ecológica. En: Una aproximación a la historia ecológica del ecuador y Latinoamérica. Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo: Red de Ecologistas Populares.

Vera, Ramón. (15 de enero de 2024). Desde los fuegos del tiempo. Desinformémonos periodismo de abajo. https://desinformemonos.org/buscan-romper-la-memoria-de-los-ambitos-comunales/

Vera, Ramón. (2024, 28 de febrero). El aporte de la memoria en la construcción de una historia ecológica. Curso de Ambiente y ecosistemas culturales de América Latina, Heredia, Costa Rica. https://www.youtube.com/watch?v=BG9z_Xd_9Rg

*Estudiante de la Maestría en Estudios Latinoamericanos, IDELA-UNA, en el marco del curso Ambiente y Ecosistemas culturales desde América Latina. Aportes y revisión del profesor Mauricio Álvarez Mora.