Por: Fabián Pacheco Rodríguez. Master en Agrobiología ambiental y agricultor ecológico. Correo: bloqueverde@gmail.com Mauricio Alvarez Mora, Geógrafo y Master en Estudios Latinoamericanos .correo mauricio.alvarez_m@ucr.ac.cr
La historia se repite gracias a la terca visión del monocultivo fumigado. En diferentes medios de países tropicales de América Latina vemos las alertas ante la llegada a nuestro continente americano del hongo llamado Fusarium oxysporum f.sp. cubense raza 4. Este hongo causa la enfermedad llamada “Mal de Panamá”, tan agresiva que tiene la capacidad de destruir grandes plantaciones de banano, y causar cuantiosos daños económicos para el sector agroexportador.
En la década de 1950 se detecta en Costa Rica la primera raza de Fusarium causante del “Mal de Panamá”, que lleva ese nombre debido a que fue detectada por primera vez en este país, y causó estragos en aquel entonces sobre las plantaciones de banano en ambos países. En ese tiempo la variedad utilizada era la Gros Michel, la cual es muy susceptible al dicha enfermedad . A su vez, esta es por mucho una de las variedades más dulces y exquisitas de banano, pero lastimosamente desapareció de las cadenas alimentarias transnacionales, dado que es una variedad tan susceptible a la enfermedad que en monocultivos no es viable producirla. No es casualidad que sea posible producir esta variedad de banano en condiciones agroecológicas y ejemplo de ello es la Asociación de Pequeños Productores de Talamanca (APPTA) del Caribe Sur de Costa Rica. APPTA está integrada por unas 600 familias de las cuales 80% son indígenas (APPTA, 2019).
Costa Rica tiene registradas 3298 hectáreas de banano orgánico, frente a 50000 hectáreas en monocultivo concentrado en manos de transnacionales y grandes empresarios nacionales (SEPSA, 2019). El modelo de “desarrollo” agroindustrial, que busca producir mercancías agrícolas para los mercados internacionales, ha dejado una profunda estela de impactos ambientales, dentro de los cuales podemos citar: la destrucción de bosques tropicales para expandir la frontera agrícola, la contaminación de mantos acuíferos con diversos paquetes de agroquímicos que afectan los sistemas de agua potable de comunidades, y el deterioro de los ecosistemas acuáticos en general, donde vemos mareas enteras de peces y anfibios muertos por intoxicación aguda. Estos y otros fenómenos han sido típicos del escenario del enclave de monocultivos piñeros y bananeros en Costa Rica.
La deuda ecológica del modelo agroindustrial del banano se ha acumulado por los últimos 150 años, por el despojo de los valles y tierras fértiles que habitaron los indígenas, ahora expulsados a las zonas altas con escasa aptitud agrícola. Al mismo tiempo, se estableció una explotación intensiva y contaminante que también implico grandes violaciones a las personas trabajadoras: bajos salarios, malos servicios de salud, persecución sindical, y contratación de personas indocumentadas (Palmer, 1986). En materia ambiental, la agroindustria del banano es responsable de la esterilidad de miles de personas trabajadoras, que sufrieron a finales de los años setenta por los efectos de la aplicación de productos como nemagón o DBCP (DiBromoCloroPropano) (Solano, 2013).
Desafiar la dinámica de la biodiversidad tropical con desiertos verdes de monocultivos y no entender las lecciones del pasado, como fue la del “Mal de Panamá” (historia a punto de repetirse con la raza 4 de este Fusarium), es un paso más en la dirección equivocada. El monocultivo en nuestras regiones biodiversas sólo es viable mediante el uso intensivo de sustancias biocidas. Ejemplo de lo anterior, y para entender como la práctica agronómica de hoy en día ignora la enorme sabiduría indígena – la cual demuestra que sí es posible vivir y producir alimentos en el planeta sin destruirlo – podemos ver como se construyen ecosistemas agrícolas tan diferentes y tan antagonistas en una misma región de Costa Rica.
Frente a los enclaves bananeros adictos al agroquímico, y que sustituyeron la dulce variedad del Gros Michel por la pazca variedad de banano Cavendish, para poder mantener el monocultivo arrasado frente al Mal de Panamá, hoy en día hay cientos de familias indígenas produciendo banano orgánico Gros Michel sin una gota de agro tóxicos ni de fertilizantes sintéticos. Su producción orgánica de banano y muchos otros alimentos dentro del bosque, es un claro desafío a los “monocultivos mentales”, como lo dice Vandana Shiva (1993). Esta producción ecológica familiar se facilita ya que siembran banano dentro del bosque, bajo los árboles de madera, fruta y medicina; al respetar el componente arbóreo se logra un microclima más fresco que evita que las esporas del hongo de la Sigatoka negra (Mycosphaerella fijiensis) germinen agresivamente. También hay que señalar que estos productores utilizan una mayor distancia de siembra entre las plantas de banano, por lo que a pesar de su gran susceptibilidad al Mal de Panamá, esta enfermedad no llega a representar daños económicos a las familias que lo producen. La señalada distancia de siembra en el sistema agroecológico permite establecer un verdadero bosque de alimentos, madera, medicina, entre otros, que permite a las comunidades de Talamanca vivir en un verdadero paraíso de alimentos y marcar un límite a la expansión de la frontera del monocultivo fumigado.
Contraria a la producción de banano orgánico, la visión trasnacional con tal de producir más kilos de bananos por área eliminan los árboles en su totalidad y esto genera una mayor densidad de plantas de banano por área, así como un microclima que favorece la germinación y dispersión de las esporas del hongo de la Sigatoka, entre otros problemas más. Como consecuencia de eliminar todos los árboles, en aras de maximizar la producción de banano, se hace necesario rociar cientos de hectáreas completas al menos una vez a la semana fungicida. El utilizado con más frecuencia es el conocido Mancozeb, que casualmente es el agroquímico más importado en Costa Rica.
En ese sentido, Programa Infantes y Salud Ambiental (ISA) de la Universidad Nacional realizó una investigación desde hace 6 años con niños escolares de 6 a 9 años en el cantón de Talamanca, encontrando significativas concentraciones de sustancias tóxicas como Mancozeb en la orina. Se ha podido establecer que los niños con mayor exposición a estas sustancias tienen más problemas de aprendizaje y son más inquietos (van Wendel de Joode et al, 2016). Otro estudio incluyó mujeres embarazadas de Matina, donde las prácticas de fumigación de las compañías bananeras son similares a las de Talamanca. Así, encontraron un alto contenido de manganeso (uno de los componentes del Mancozeb) en el cabello de las estas mujeres, lo que permite suponer que también los fetos podrían estar expuestos a estas sustancias, puesto que este es fácilmente absorbido por la placenta (Mora et al, 2018).
Además, en un estudio realizado del 2005 al 2008 en osos perezosos (Bradypus variegatus y Choloepus hoffmanni) en finca agrícola ubicada en Pueblo Nuevo de Guácimo, rodeada de cultivos intensivos de banano, piña y potreros, se encontraron rastros de plaguicidas en pelo, lavado de los brazos y limpieza bucal de los osos analizados. Entre los plaguicidas encontrados están: ametrina, clorpirifos, clorotalonil, diazinón, difeconazol, deet, etoprofos y tiabendazol. Todos estos se utilizan en los cultivos de piña y banano. Esa contaminación es producida “probablemente por la ingesta de alimento contaminado y por contacto directo con los plaguicidas” (Pinnock, 2010).
Por su parte, el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional (IRET-UNA) ha encontrado el fungicida clorotalonil en un 95% de las muestras tomadas en el polvo de escuelas y casas de habitación en comunidades del Caribe costarricense cercano a plantaciones de piña y banano (Sáenz & Sánchez, 2008).
Lo que a todas luces es evidente para los pobladores más antiguos, la academia trasnacionalizada de monocultivos mentales lo destruye: A mayor diversidad es mayor la sustentabilidad no solo ecológica; sino económica para quienes viven de los agroecosistemas. La lógica de desiertos mentales desmantela los agroecosistemas condenado a la dependencia de insumos externos a quienes hacen caso del consejo agronómico a sueldo para producir mercancías agrícolas.
Para ejemplificar lo mencionado sigamos retomando el caso de las bananeras, hablemos de otras diferencias en prácticas culturales de manejo que decantan en beneficios socio ambientales o, todo lo contrario.
La fertilidad y el suelo de los dos sistemas muy diferentes. En los sistemas agroforestales que producen bananos en territorios indígenas se puede apreciar un constante ciclo de nutrientes gracias a las hojas y ramas que el componente arbóreo aporta y esto logra una casi absoluta independencia de insumos externos. Los monocultivos del banano pazco deben de comprar todos sus nutrientes en forma de fertilizantes sintéticos para lograr mantener la producción.
Por otra parte, el no uso de herbicidas, nematicidas, entre otras sustancias, permite la presencia de una cobertura vegetal que además de aportar materia orgánica al suelo favorece la vida de múltiples organismos macro y microscópicos, o mejor dicho, la vida del suelo, que es esencial para mantener el ciclo de los nutrientes y también para mantener en equilibrio a organismos que podrían en ausencia de un ecosistema diverso convertirse en plagas verdaderas. Los nematodos fitopatógenos se ven favorecidos en suelos empobrecidos de materia orgánica por diversas razones, empezando por que lo único que les queda por comer son las raíces del cultivo de banano y por la falta de competencia en el ecosistema del suelo con otros organismos que los adversan. Sucede entonces que los ingenieros del monocultivo recurren a bastas aplicaciones de agroquímicos con destacados impactos “colaterales” con contaminación de ecosistemas, aguas, fauna y personas. Frente a esta lógica de devastar la biodiversidad, resulta que en los suelos llenos de materia orgánica y de otras plantas (denominadas como malezas por los ingenieros) los nematodos no representan mayor problema.
A manera de conclusión se debe de decir que las nuevas amenazas de plagas y enfermedades que arrasan los monocultivos no deben de sorprendernos y es un fenómeno biológico de esperarse en cualquier sistema agrícola que imponga uniformidad genética en donde reina la biodiversidad. El ejemplo de la producción orgánica dentro de los bosques comestibles del dulce banano orgánico Gros Michel susceptible al Mal de Panamá debería ser el norte a seguir. La agroecología es la dulce medicina frente a las enfermedades que acarrea el monocultivo fumigado.
Referencias:
APPTA (2019). Producimos respetando la madre tierra. Disponible en: http://www.appta.org/index.php/es/
Mora, A., Córdoba, L., Cano, J., Hernandez-Bonilla, D., Pardo, L., Schnaas, L., Smith, D. Menezes-Filho, J., Eskenazi, B., van Wendel de Joode B. (2018). Prenatal Mancozeb Exposure, Excess Manganese, and Neurodevelopment at 1 Year of Age in the Infants’ Environmental Health (ISA). Environmental Health, 29.
Palmer, P. (1986) «Wa’apin man»: La historia de la costa talamanqueña de Costa Rica, según sus protagonistas. Costa Rica: Instituto del Libro.
Pinnock, M. (2010). Evaluación de la exposición a plaguicidas en una población de perezosos (Bradypus variegatus y Choloepus hoffmanni: Xenarthra) en un paisaje agrícola y un centro de rescate del Caribe de Costa Rica. Tesis para optar por el grado de Magíster Scientiae en Manejo de Recursos Naturales con Mención en Gestión de la Biodiversidad. UNED: Costa Rica.
Sáenz, M; Sánchez, J. 2008. Informe Final “Diagnóstico: tendencias laborales, socioeconómicas y ambientales del monocultivo del banano y la piña, en los últimos cinco años en el Caribe costarricense.” Foro Emaús.
SEPSA. 2019. Boletín Estadístico # 29. Disponible en: http://www.mag.go.cr/bibliotecavirtual/BEA-0029.PDF
Solano, S.M., 2013. Reflexiones para el análisis comparativo de movimientos sociales: el caso de extrabajadoras y extrabajadores bananeros afectados por el nemagón en Costa Rica y Nicaragua. Anuario de Estudios Centroamericanos, pp.211-232.
Shiva, V. (1993). Monocultures of the mind: Perspectives on biodiversity and biotechnology. Palgrave Macmillan.
van Wendel de Joode, B.V.W. Mora, A.M., Lindh, C.H., Hernández-Bonilla, D., Córdoba, L., Wesseling, C., Hoppin, J.A. and Mergler, D. (2016). Pesticide exposure and neurodevelopment in children aged 6–9 years from Talamanca, Costa Rica. Cortex, 85, pp.137-150.
Foto 2: El monocultivo de banano fumigado