Sol de Vida y la defensa de las semillas vivas, sanas y libres

Pie de foto: Fátima Montealegre, durante la celebración del solsticio, el 23 de junio de 2018, en Sol de Vida, en Santa Bárbara de Santa Cruz de Guanacaste. Foto: Fabiola Pomareda García

En el año 2013 la Municipalidad de Santa Cruz declaró a este cantón como Santuario de Semillas Criollas. Este es el testimonio de una integrante de la organización Sol de Vida, en Santa Bárbara de Santa Cruz de Guanacaste.

Fátima Montelagre (*)

Aquí hay resistencia desde nuestras comunidades, desde nuestras casas, desde lo que comemos y desde lo que compramos. Soy Fátima y formo parte de una organización, que nos llamamos Sol de vida. Nosotros iniciamos con cocinas solares, aprendiendo a usar al sol nuestro de cada día para cocinar nuestros alimentos y en este camino nos dimos cuenta de que estábamos usando la energía más limpia y las cocinas más saludables.

Ahí iniciamos una búsqueda de información, de cómo la gente producía orgánico, de a dónde estábamos comprando, a quién le estábamos dejando esa plata, de dónde venían nuestros alimentos y los alimentos que estaban produciendo nuestras comunidades. Empezamos a involucrarnos en esa búsqueda y junto a las familias agricultoras de Guanacaste, especialmente las del sector de Santa Cruz, nos dimos cuenta de que tenemos una gran variedad de semillas criollas y, especialmente, una gran variedad de semillas de maíz. Las que tenemos son sagradas y deliciosas y han sido heredadas durante centenares de años, de generaciones en generaciones. Tenemos una inmensa variedad de alimentos derivados del maíz y que son nuestros: las chichas, los atoles, los arroces de maíz, los perrerreques (1), las tanelas, las rosquillas, el atol morado. Hacemos fiesta cuando cosechamos en junio y tenemos chilotes (2), chorreadas, picadillos, pinolillos.

Pero estas variedades de maíz también están amenazadas. Quieren arrebatarnos las semillas, nos están imponiendo reglas y las familias agricultoras cada día tienen menos oportunidad y más limitaciones para producir. El Estado se está aprovechando y nos está imponiendo semillas transgénicas y semillas híbridas. Cuando llegan los técnicos del MAG [Ministerio de Agricultura y Ganadería], a visitar a las familias productoras les llevan semillas híbridas, dizque mejoradas y se burlan, porque hay señores que sacan unas mazorcas medianas. Los técnicos del MAG llevan unas mazorcas más grandes y les dicen “bah, esa mazorca es muy pequeña, mejor use esta semilla, que le va a dar buen maíz”.

¿Qué hizo por ejemplo un vecino que se llama don Arnoldo? Agarró la semilla que le dieron, sembró un poquito y el resto lo sembró de su semilla criolla. Al año siguiente, cuando cosechó el maíz de la semilla que le dieron y empezó a probarlo, resultó que no tenía ningún sabor. Tampoco servía para el próximo año.

Otra cosa es que a las familias les cuesta mucho producir su maíz. Les prestan el terreno, porque son muy pocos los que tienen terreno. Con un gran esfuerzo cosechan su maíz, usan una parte para semillita, otra parte para la familia y los animalitos, y otra parte para venderlo. Cuando ellos ofrecen su maíz, 1 kilo de maíz criollo cuesta entre ¢700 y 800 y aún así no sacan la inversion que han hecho. En la tienda está el maizón; ese maizón que nos imponen, que viene de Estados Unidos, y que dice “para consumo animal”. Ese maíz está a ¢200 o a ¢300, depende de donde lo compremos. Entonces imagínense ustedes las señoras que hacen tortillas,¿cuál maíz van a preferir comprar? Obviamente el maizón. Y estamos consumiendo maizón porque no tenemos apoyo para producir y poder mejorar los precios y que ellos puedan vender su producto. En estas actividades que estamos haciendo, también hay enlaces y contactos de gente que puede pagar mejor el maíz y les compra a ellos y a ellas su maíz.

Pero vean qué situación más difícil. Tenemos una competencia desmedida, una competencia impuesta y tenemos una invasión grande de comida chatarra. En Santa Cruz hay Mc Donalds, Pizza Hut y ahora hay otras carajadas rarísimas ahí. Y van nuestros hijos y nuestros nietos a comer ahí, a consumir ahí, pollo frito, hamburguesas, pizza. ¿Y nuestra comida?

Entonces estamos invadidas de un montón de imposiciones; pero gracias a Dios formamos parte de un movimiento a nivel nacional, de una resistencia que está en todo el país. Somos pequeñitos pero somos muchos y siempre decimos que los pequeñitos somos más y los grandes son menos. Estamos animándonos y animando a las familias, porque juntas y juntos hacemos santuarios de semillas, motivamos el encuentro y el intercambio de semillas, la venta de productos más sanos, más saludables, -algunos orgánicos, otros naturales y otros en transición-.

¿Y el papel de Sol de Vida cuál es? Informar que los transgénicos están casi en la puerta de nuestra casa y que debemos defendernos y que juntos podemos. Nos encontramos con las y los agricultores, nos tomamos el parque de Santa Cruz, o una calle, o una escuela, o la Casa del Sol y hacemos los encuentros, los intercambios, para destacar nuestras comidas y valorarlas. Y se hacen intercambios de semillas, unos llevan para acá, otros van para allá, y cuando nos damos cuenta, en la Zona Sur, en el Pacífico, en la Meseta Central, en todo Costa Rica, estamos juntas y no estamos solas. Está FECON [Federación Conservacionista de Costa Rica], está MAOCO [Movimiento de Agricultura Orgánica de Costa Rica], está la Red de Economía Social Solidaria y todos los movimientos que hay en Costa Rica, cuidándonos, cuidando las semillas.

Notas
(1) Pan de elote.
(2) Espiga tierna del país, en su estado más tierno, con un sabor dulce.

(*) Integrante de la organización Sol de Vida, en Santa Bárbara de Santa Cruz de Guanacaste.

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